Licda. Rose Marie Hernández Vargas
Fotografía de Rose Marie Hernández Vargas.
La chichada es una herencia cultural de nuestros antepasados los aborígenes. Constituye una tradición cultural ancestral que ha perdurado en las celebraciones comunitarias, con algunas variantes, hasta el presente. La chicha es una bebida fermentada. Se obtiene de una planta sagrada para los aborígenes llamada maíz. Véase imagen 2.
Para los aztecas, el maíz era el "tsintli" o "teosintli" (regalo de los dioses). Los mayas lo llamaron "Cinteotl" (maíz divino). Las bebidas fermentadas e ingeridas de manera ritual y tradicional como la chicha se consideraban una bebida sagrada. Véase imagen 2.
En la antigüedad la chicha se elaboraba por el procedimiento llamado chicha nuqueada. En la cocina se juntaba toda la familia. Correspondía a las mujeres realizar esta labor. Las más jóvenes desgranaban el grano de las mazorcas y luego otras mujeres más ancianas trituraban el maíz con los dientes hasta convertirlo en una masa. Después de un tiempo escupían con fuerza en recipientes de barro. Luego se juntaba ese jugo que daría origen a la chicha. Véase Imagen 3. Este procedimiento era antihigiénico y peligroso para la salud de los consumidores.
Se mencionan las chichadas como un espacio de relación social entre personas de Cerro Nene de Aguirre y Polca de Puriscal, en que la chicha se bebía comunalmente en guacales. (Quesada Pacheco 1998: 162-163).
Además, Cenobia Retana de Polca de Puriscal menciona cómo se preparaba el instrumento para tomar la chicha: “de un fruto llamado jícaro se corta a la mitad con una sierrita y con una cuchara se le sacaba lo de adentro y se hace una jícara, otras se les llamaban jucos porque se cortaba un poco más arriba. Las jícaras, como los jucos o tiquís, servían para sembrar maíz, para tomar agua o chicha o para comer”. (Quesada Pacheco 1998: 51-52). Véase Imagen 4.
La manera tradicional en que los pueblos aborígenes se han relacionado con la tierra y la naturaleza ha sido mediante el trabajo comunal.
Los motivos más comunes para la celebración de una chichada son el festejo o la ocasión en la que un jefe de familia agradece la colaboración prestada en algún trabajo, en especial la construcción de una casa.
La construcción de una casa (u) circular y cónica implica ciertos conocimientos relacionados con la cosmovisión del indígena en relación con el cosmos y su entorno. Conocimientos que le pertenecen a toda la comunidad. Véase imagen 1.
Los rituales de construcción "y los conocimientos más profundos “esotéricos" son patrimonio de los chamanes, quienes los poseen y suministran al resto de la población…" (Alfredo González Chaves y Fernando González Vázquez 1994: 14).
No hay para la mentalidad indígena un límite preciso entre el individuo y la naturaleza, tampoco entre lo natural y lo sobrenatural.
“La vivienda tradicional cónica, aun las que tienen un cierto nivel de transculturación, son metáforas vivientes del cosmos". (González Chaves y González Vázquez 1994: 16).
Recordemos que, para las culturas precolombinas la vida es mágica y se expresa por la sacralidad de la naturaleza.
La construcción de una vivienda indígena, en la tradición más ancestral, continúa siendo motivo de rituales, para la apropiación del espacio, recolección de materiales tomando en cuenta las fases de la luna, curación de las casas (protección de bendición) y la cooperación social comunitaria, que supone un compromiso de reciprocidad, que fortalecía los lazos familiares y sociales del grupo.
La forma de la casa involucra valores simbólicos que sirven a su pueblo para concretizar sus ideas y sentimientos. (Ferrero 2001:102).
De esta forma la arquitectura de una casa señala la identidad y el carácter de una cultura.
La casa está expresando la visión que el pueblo tiene de una vida ideal: está en el espacio interior para varias actividades humanas y sus relaciones… además es un modelo cósmico. (Ferrero 2001:101).
Según Ferrero, cada casa colectiva es una unidad armónica de trabajo, de colaboración, de ayuda mutua, es un sistema que da cohesión y seguridad, que educa al aborigen a vivir en función de otro, es decir, de asumir responsabilidades con la sociedad. (Ferrero 2001:108)
Las fiestas de inauguración de una casa se celebran como recompensa por los trabajos que realizan para una familia sus vecinos y parientes. La chichada durará en reciprocidad los mismos días que se tardó en hacer el trabajo.
Bibliografía
Ferrero, Luis. Entre el pasado y el futuro. Editorial Costa Rica. San José, Costa Rica. 1988.
González Chaves, Alfredo y González Vázquez, Fernando. La casa cósmica talamanqueña y sus simbolismos. Editorial EUNED. San José, Costa Rica. 1994.
Quesada Pacheco, Miguel Ángel. Tradiciones Huetares. EUNA. Heredia, Costa Rica.1998.
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