Rose Marie Hernández Vargas
Una hazaña sin precedentes de nuestros antepasados fue la construcción de la ruta denominada Camino Real o camino de mulas en la Costa Rica colonial.
Se le llamó camino de mulas en virtud del comercio de estos animales por esta vía que comunicaba Cartago con Panamá.
En la época colonial, Costa Rica era una de las provincias más pobres del Imperio colonial español, como se desprende de la siguiente cita: “…la mayor parte de los vecinos viven en extrema pobreza, en casas que con cualquier rocío se mojan quienes las habitan…y la plaza tan cubierta de yerba que sirve a los forasteros de potrero para apacentar caballos… tal población no parece ciudad de españoles sino estancia despoblada.” (Carlos Monge Alfaro. Historia de Costa Rica, 1980, p 127).
La economía de la Costa Rica colonial se basaba en productos agropecuarios que se exportaban a los mercados regionales de Panamá y Nicaragua. Se comerciaba por mar, rumbo a Panamá, hasta la apertura del camino de mulas.
Se exportaron productos como harina de trigo, bizcochos, frijoles, maíz, sal, cuero, sebo y algunos productos artesanales como hamacas y mantas, y materias primas, ejemplo añil, algodón, cabuya, sobre el lomo de las mulas hasta los puertos de Suerre (en la desembocadura del rio Reventazón) en el Caribe, y Caldera en el Pacifico.
El movimiento comercial colonial fue muy limitado. Pero esta nueva actividad interesó a los pobladores y autoridades de Costa Rica, y aun a las de Guatemala.
El transporte por medio de mulas generó el primer impulso económico de nuestro país, pese a que el acarreo de las mercaderías no era trabajo fácil, dada la topografía del camino, una trocha pedregosa y cenagosa, sobre todo en época de lluvia.
El camino de mulas nos deja una herencia cultural que fortalece nuestra identidad nacional.
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