Licda. Rose Marie Hernández Vargas
Si retrocediéramos en el tiempo en busca de los gallos, los encontraríamos presentes en toda la historia de la humanidad.
Refieren que la costumbre de “peleas de gallos” o “riñas de gallos” eran tradiciones muy antiguas en países de Europa, Asia y África. En España, la contienda entre gallos era una diversión muy gustada igual que la fiesta taurina. En Costa Rica, al igual que en otros países de América, la tradición del combate de gallos fue un “aporte” cultural de España, que empieza a echar raíces por diferentes regiones del país
Se tiene referencias en Cartago de esta actividad desde la Colonia. Nuestros antepasados dieron muestra de ser apasionados galleros. La Plaza Mayor de esta ciudad fue el escenario del espectáculo de una pelea de gallos como fiesta social, donde se daban cita diferentes grupos sociales desde figuras públicas, comerciantes y sectores populares.
La gallera era el lugar preferido de población masculina de la época. Y las peleas de gallo, una diversión exclusiva para los varones, quienes en su fanatismo le rindieron culto a la valentía y el coraje de los gallos. Además, se cree que este era el lugar adecuado para hablar de política.
El viajero y escritor alemán Wilhelm Marr (1819-1904), nos narra:
“Ahí se encontraba un señor de pequeña estatura y cara llena y astuta, vestido de frac negro y pantalones amarillos de casimir. Era el jefe de Estado don Juan Rafael Mora”. (En: Ricardo Fernández Guardia. Costa Rica en el Siglo XIX. Antología de Viajeros, p.187).
Si alguna persona deseaba comunicarse con los notables de la ciudad, tenía que buscarlos en la gallera, donde seguro los encontraría.
Wilhelm Marr, hacia 1853, de paso por Costa Rica, dejó una impresionante descripción de una pelea de gallos:
“Me llevó a un mísero edificio, medio arruinado, en cuya puerta se percibía un real como derecho de entrada. En el patio había una especie de palestra, en torno a la cual corría una triple fila de bancos. El local estaba atestado de individuos de diferentes clases sociales… Dada la señal con una campana sueltan los dos gallos que van a pelear. Es curioso ver cómo estos animales, cuando no se precipitan incontinenti el uno sobre el otro, lo que rara vez sucede, se provocan recíprocamente, picotean y escarban el suelo, arañan con las espuelas y cantan retándose. Por último empieza la pelea.
“Los adversarios toman sus puestos de combate y saltan el uno sobre el otro, luchando con picos y espuelas. Como los dos pelean con una navaja atada en la pata, la victoria o la derrota depende a menudo de la casualidad. Con frecuencia se hiere al vencedor con su propia arma y cae ensangrentado a la par de su enemigo que yace muerto en el suelo”. (Costa Rica en el Siglo XIX. Antología de Viajeros, pp.187y 188).
Las galleras produjeron disturbios sociales por las zonas donde se realizaban. A finales del siglo diecinueve, las galleras perdieron categoría para las elites cafetaleras en el poder, quienes las consideraban como un espectáculo tipo coliseo romano, “bárbaro” y “sanguinario”.
Chester Urbina Gaitán parafrasea un discurso de 1912 del diputado Dr. Carlos Durán:
“Las peleas de gallos eran una diversión impropia de hombres serios… dichosamente Costa Rica estaba siguiendo el ejemplo de naciones cultas siendo común, en las plazas de los pueblos la práctica por las tardes de los deportes favoritos de los anglosajones y que si se abrían las canchas de gallos, era muy posible que la juventud abandonara el fútbol para ir a congregarse en ese local para apostar y presenciar la tortura o muerte de las aves. (Chester Urbina Gaitán. Homogenizando culturas. Peleas de gallos, corridas de toros y el Estado en Costa Rica (1870-1914). Revista de Ciencias Sociales 89:59-67, III-2000, p. 63).
Menciona este autor la crítica que Durán hace a las autoridades, quienes, a pesar de la prohibición, consentían las riñas de gallos, la presencia de menores de edad y el expendio clandestino de licores.
En el año 1922, el Congreso prohibió definitivamente las galleras y las peleas de gallos; sin embargo, aún en la actualidad, se sigue con esta práctica. La gallera es una tradición que en el momento histórico de la Colonia fue importante, pero con el paso de los años fue menguando frente a otros valores que se contraponían a esta práctica despiadada, sanguinaria y sádica, en la que normalmente hay mucho dinero en “apuestas” de insensibles jugadores. Creemos que no se justifica el sufrimiento de estos animales que pelean en nombre de una tradición o diversión.
Si retrocediéramos en el tiempo en busca de los gallos, los encontraríamos presentes en toda la historia de la humanidad.
Refieren que la costumbre de “peleas de gallos” o “riñas de gallos” eran tradiciones muy antiguas en países de Europa, Asia y África. En España, la contienda entre gallos era una diversión muy gustada igual que la fiesta taurina. En Costa Rica, al igual que en otros países de América, la tradición del combate de gallos fue un “aporte” cultural de España, que empieza a echar raíces por diferentes regiones del país
Se tiene referencias en Cartago de esta actividad desde la Colonia. Nuestros antepasados dieron muestra de ser apasionados galleros. La Plaza Mayor de esta ciudad fue el escenario del espectáculo de una pelea de gallos como fiesta social, donde se daban cita diferentes grupos sociales desde figuras públicas, comerciantes y sectores populares.
La gallera era el lugar preferido de población masculina de la época. Y las peleas de gallo, una diversión exclusiva para los varones, quienes en su fanatismo le rindieron culto a la valentía y el coraje de los gallos. Además, se cree que este era el lugar adecuado para hablar de política.
El viajero y escritor alemán Wilhelm Marr (1819-1904), nos narra:
“Ahí se encontraba un señor de pequeña estatura y cara llena y astuta, vestido de frac negro y pantalones amarillos de casimir. Era el jefe de Estado don Juan Rafael Mora”. (En: Ricardo Fernández Guardia. Costa Rica en el Siglo XIX. Antología de Viajeros, p.187).
Si alguna persona deseaba comunicarse con los notables de la ciudad, tenía que buscarlos en la gallera, donde seguro los encontraría.
Wilhelm Marr, hacia 1853, de paso por Costa Rica, dejó una impresionante descripción de una pelea de gallos:
“Me llevó a un mísero edificio, medio arruinado, en cuya puerta se percibía un real como derecho de entrada. En el patio había una especie de palestra, en torno a la cual corría una triple fila de bancos. El local estaba atestado de individuos de diferentes clases sociales… Dada la señal con una campana sueltan los dos gallos que van a pelear. Es curioso ver cómo estos animales, cuando no se precipitan incontinenti el uno sobre el otro, lo que rara vez sucede, se provocan recíprocamente, picotean y escarban el suelo, arañan con las espuelas y cantan retándose. Por último empieza la pelea.
“Los adversarios toman sus puestos de combate y saltan el uno sobre el otro, luchando con picos y espuelas. Como los dos pelean con una navaja atada en la pata, la victoria o la derrota depende a menudo de la casualidad. Con frecuencia se hiere al vencedor con su propia arma y cae ensangrentado a la par de su enemigo que yace muerto en el suelo”. (Costa Rica en el Siglo XIX. Antología de Viajeros, pp.187y 188).
Las galleras produjeron disturbios sociales por las zonas donde se realizaban. A finales del siglo diecinueve, las galleras perdieron categoría para las elites cafetaleras en el poder, quienes las consideraban como un espectáculo tipo coliseo romano, “bárbaro” y “sanguinario”.
Chester Urbina Gaitán parafrasea un discurso de 1912 del diputado Dr. Carlos Durán:
“Las peleas de gallos eran una diversión impropia de hombres serios… dichosamente Costa Rica estaba siguiendo el ejemplo de naciones cultas siendo común, en las plazas de los pueblos la práctica por las tardes de los deportes favoritos de los anglosajones y que si se abrían las canchas de gallos, era muy posible que la juventud abandonara el fútbol para ir a congregarse en ese local para apostar y presenciar la tortura o muerte de las aves. (Chester Urbina Gaitán. Homogenizando culturas. Peleas de gallos, corridas de toros y el Estado en Costa Rica (1870-1914). Revista de Ciencias Sociales 89:59-67, III-2000, p. 63).
Menciona este autor la crítica que Durán hace a las autoridades, quienes, a pesar de la prohibición, consentían las riñas de gallos, la presencia de menores de edad y el expendio clandestino de licores.
En el año 1922, el Congreso prohibió definitivamente las galleras y las peleas de gallos; sin embargo, aún en la actualidad, se sigue con esta práctica. La gallera es una tradición que en el momento histórico de la Colonia fue importante, pero con el paso de los años fue menguando frente a otros valores que se contraponían a esta práctica despiadada, sanguinaria y sádica, en la que normalmente hay mucho dinero en “apuestas” de insensibles jugadores. Creemos que no se justifica el sufrimiento de estos animales que pelean en nombre de una tradición o diversión.
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