abril 17, 2012

191. Cartago, ciudad de las brumas



  • A Cartago se le ha llamado Ciudad de las brumas por la niebla que se propaga allí a menudo.
Licda. Rose Marie Hernández Vargas

Según relatos, el origen del nombre Cartago fue tomado del Cartago africano, una ciudad fundada por los fenicios. De Qart-Hadasht, la "Ciudad Nueva", un enclave costero del norte de África, que llegó a ser una potencia marítima y comercial con la que España tuvo relaciones comerciales.

La fundación de Cartago

Retornar al pasado y encontrarnos con el primer establecimiento de Cartago en el valle del Guarco, resulta ser toda una aventura en el tiempo, pues nos encontramos con la ciudad génesis de la formación de nuestra nacionalidad. Según las crónicas, es la ciudad que marcó las características de Costa Rica y a la vez fue un acervo de incoherencias, de aplausos y acusaciones.

La creación de la Ciudad de Cartago se remonta al año 1563, cuando el conquistador español Juan Vázquez de Coronado, escoge el valle del Guarco (cerca del actual Cartago), donde encontró tierras aptas para el cultivo del trigo y el maíz. En ese lugar, fundó a la que llamó Cartago. Fue la primera población duradera de los españoles en Costa Rica. En varios documentos aparece mencionada con el nombre de Santiago de Cartago.

Durante el periodo colonial, Cartago fue la ciudad más importante de la provincia de Costa Rica. Se constituyó en capital de Costa Rica. Allí se asentaron las principales autoridades políticas, militares y eclesiásticas. Conforme aumentaba la población, muchos emigraron hacia el oeste del Valle Central.

En el año 1565, el Rey Felipe II de España le otorgó un “Escudo de Armas” y además el título honorífico de “Muy Noble y Leal Ciudad de Cartago”.

La creación de pueblos o ciudades tenía preminencia tanto para conquistar y dominar el territorio de Costa Rica, expandir la fe católica, así como para facilitar la recaudación de impuestos. Por eso se dice que la Conquista en América se llevó a cabo con la espada y la cruz.

Los primeros gobernadores debieron sus posiciones a su participación en la Conquista, y tenían poderes prácticamente ilimitados sobre los territorios a su cargo. Estos y sus descendientes formaron una clase privilegiada.

Recordemos que estas tierras ya tenían dueños: los aborígenes. Los europeos llegaron con diferentes mecanismos de conquista y dominación y desestructuración de las sociedades aborígenes de nuestro país.

Ausente Juan Vázquez de Coronado de Costa Rica, los soldados españoles volvieron a tratar mal a los aborígenes. Estos se alzaron en todo el país. La ciudad de Cartago estuvo sitiada por varios meses.

En la ciudad de Cartago, se asentó el gobernador, la máxima autoridad española en tiempos de la Colonia. Después del conquistador Juan Vázquez de Coronado (1523-1566), los sucesores dirigentes eran elegidos por el rey, que podía moverlos a voluntad.

El nuevo gobernante de Costa Rica, Perafán de Rivera, liberó Cartago en el año 1568, del motín de los autóctonos.

En el año 1569, Perafán de Rivera pone en práctica nuevamente el reparto de indios en encomiendas y repartió la tierra entre los conquistadores, iniciando de este modo el periodo colonial. El gobernador tenía autoridad política y judicial sobre el territorio.

En 1575, siendo gobernador interino de la provincia, don Alonso de Anguciana de Gamboa, alrededor del año 1575, fundó Ujarrás (lugar de tierra arenosa), que albergó gran cantidad de indígenas durante la época de la Colonia.

En año 1565, se levantó la ermita de Orosi, primera que se construyó en el Cartago colonial en siglo XVII, llamada la Inmaculada Concepción de Ujarrás, una ermita de calicanto donde se aprecia aún un relicario de la época colonial.

Las ruinas de Ujarrás constituyen una reliquia de interés histórico-cultural. Declaradas Monumento Nacional en 1985.

La ermita de Quircot, en Cartago, es también una de las primeras que se fundó en la Colonia. Por su riqueza ancestral, se declaró reliquia de interés histórico y cultural.

En el año 1823, la capital de Costa Rica se traslada a San José.

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