Licda. Rose Marie Hernández Vargas
“Oda
al mar”, del poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973). Su labor poética fue muy
intensa. Con Veinte poemas de amor y una canción desesperada se convierte en uno de los poetas más
destacados de Latinoamérica. En el año 1945, obtuvo el Premio Nacional de
Literatura. En 1971, recibió el Premio Nobel de Literatura
Oda al mar
Aquí en
la isla
el mar
y cuánto
mar
se sale
de sí mismo
a cada
rato,
dice que
sí, que no,
que no,
que no, que no,
dice que
sí, en azul,
en
espuma, en galope,
dice que
no, que no.
No puede
estarse quieto,
me llamo
mar, repite
pegando
en una piedra
sin
lograr convencerla,
entonces
con siete
lenguas verdes
de siete
perros verdes,
de siete
tigres verdes,
de siete
mares verdes,
la
recorre, la besa,
la
humedece
y se
golpea el pecho
repitiendo
su nombre.
Oh mar,
así te llamas,
oh
camarada océano,
no
pierdas tiempo y agua,
no te
sacudas tanto,
ayúdanos,
somos los
pequeñitos
pescadores,
los
hombres de la orilla,
tenemos
frío y hambre
eres
nuestro enemigo,
no
golpees tan fuerte,
no grites
de ese modo,
abre tu
caja verde
y déjanos
a todos
en las
manos
tu regalo
de plata:
el pez de
cada día.
Aquí en
cada casa
lo
queremos
y aunque
sea de plata,
de
cristal o de luna,
nació
para las pobres
cocinas
de la tierra.
No lo
guardes,
avaro,
corriendo
frío como
relámpago
mojado
debajo de
tus olas.
Ven,
ahora,
ábrete
y déjalo
cerca de
nuestras manos,
ayúdanos,
océano,
padre
verde y profundo,
a
terminar un día
la
pobreza terrestre.
Déjanos
cosechar
la infinita
plantación
de tus vidas,
tus
trigos y tus uvas,
tus
bueyes, tus metales,
el
esplendor mojado
y el
fruto sumergido.
Padre
mar, ya sabemos
cómo te
llamas, todas
las
gaviotas reparten
tu nombre
en las arenas:
ahora,
pórtate bien,
no
sacudas tus crines,
no
amenaces a nadie,
no rompas
contra el cielo
tu bella
dentadura,
déjate
por un rato
de
gloriosas historias,
danos a
cada hombre,
a cada
mujer y a
cada niño,
un pez
grande o pequeño
cada día.
Sal por
todas las calles
del mundo
a
repartir pescado
y
entonces
grita,
grita
para que
te oigan todos
los
pobres que trabajan
y digan,
asomando
a la boca
de la
mina:
"Ahí
viene el viejo mar
repartiendo
pescado".
Y
volverán abajo,
a las
tinieblas,
sonriendo,
y por las calles
y los
bosques
sonreirán
los hombres
y la
tierra
con
sonrisa marina.
Pero
si no lo
quieres,
si no te
da la gana,
espérate,
espéranos,
lo vamos
a pensar,
vamos en
primer término
a
arreglar los asuntos
humanos,
los más
grandes primero,
todos los
otros después,
y
entonces
entraremos
en ti,
cortaremos
las olas
con
cuchillo de fuego,
en un
caballo eléctrico
saltaremos
la espuma,
cantando
nos
hundiremos
hasta
tocar el fondo
de tus
entrañas,
un hilo
atómico
guardará
tu cintura,
plantaremos
en tu
jardín profundo
plantas
de
cemento y acero,
te
amarraremos
pies y
manos,
los
hombres por tu piel
pasearán
escupiendo,
sacándote
racimos,
construyéndote
arneses,
montándote
y domándote
dominándote
el alma.
Pero eso
será cuando
los
hombres
hayamos
arreglado
nuestro
problema,
el
grande,
el gran
problema.
Todo lo
arreglaremos
poco a
poco:
te
obligaremos, mar,
te
obligaremos, tierra,
a hacer
milagros,
porque en
nosotros mismos,
en la
lucha,
está el
pez, está el pan,
está el
milagro.
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