junio 25, 2013

223. Así era Santa Bárbara en tiempos precolombinos


Licda. Rose Marie Hernández Vargas

La herencia del pasado, en cualquiera de sus manifestaciones,
es una joya invaluable que debe ser
aquilatada y guardada con orgulloso celo.
Ella constituye la esencia de nuestra nacionalidad,
el alma del cuerpo colectivo, la razón misma del progreso...
Es por este motivo que un pueblo que destruye y desprecia su legado ancestral,
se condena irremisiblemente a no pesar en la balanza de la historia
y a ser barrido de la memoria de los verdaderos hombres.

Mario A. Ramírez

Nos trasladamos a  Santa Bárbara de Heredia a la época precolombina, en busca del legado histórico-cultural de nuestros ancestros. El escritor Luis Ferrero nos expresa al respecto: “El presente se levanta siempre sobre las estructuras del pasado. Si ahora somos, lo somos en tanto que fuimos”. (Luis Ferrero. 1986: 120).

Recordamos también  las palabras de Joaquín García Monge. ¿Quién tiene la razón? ¿Los europeos o los amerindios que buscamos nuestra identidad en nuestro pasado? ¿Cómo conciliar o escoger entre la disyuntiva del Héroe y el Coro, entre el protagonista individual y las multitudes? 

Lo cierto es que cuando los conquistadores españoles llegaron a nuestras tierras, estas ya tenían historia, una cultura y una identidad.

El cantón de Santa Bárbara es el número cuatro de la provincia de Heredia, Costa Rica. Forma parte de la Gran Área Metropolitana. Limita al norte con el cantón de Sarapiquí, al sur con el cantón de San Joaquín de Flores, al este con el cantón Barva y al oeste limita en su totalidad con la provincia de Alajuela. 

Cuentan que tradicionalmente el territorio de Santa Bárbara se llamó Curruca o Suruco. Este es nombre de toponimia indígena de origen huetar, que significa ‘caída de agua’  o ‘catarata’. (Quesada. 1998: 44-46). 

El territorio que ocupa hoy Santa Bárbara de Heredia, estuvo habitado por aborígenes del llamado reino Huetar de Occidente. Eran dominios del cacicazgo de Garabito.

En la cúspide de la jerarquía social indígena se hallaba la figura del “Cacique” o “Rey”,  “Cacica” o “Reina”, una posición que se adquiría mediante la sucesión por línea materna. Un ejemplo es el cacicazgo de los Botos o Votos (1564), gobernado por  una Cacica o Reina. (ttp://es.wikipedia.org/wiki/Botos Costa Rica).
Dos súbditos de Garabito poseían sus dominios en el territorio: Yurustí, rey de Toyopán (cantones de San Rafael y Santo Domingo de Heredia), y Barvak, rey de Barva (cantón de Barva y de Heredia). Santa Bárbara proviene del cantón de Barva, establecido este último, en ley No. 36 del 7 de diciembre de 1848. 

El cacique Barva tenía su asentamiento en la región comprendida entre el río Virilla y los Montes del Aguacate, que se denominó Valle de Barva:

El nombre de Barva se deriva de “bar” (caliente) y bac o wak (pueblo o clan): “pueblo de gente caliente” (Bernardo A. Thiel. 1882: 158).

“El cantón es drenado por los ríos Segundo, Zanjón, Potrerillos, Cachazas, Ciruelas y su afluente Pacayas; también por Guaraní, Los Ahogados, Yurro Seco, Chorreras, Tambor, Desengaño y la quebrada Los Conejos. Estos cursos de agua, excepto los ríos Segundo, Ciruelas, Pacayas, y Guaraní, nacen en la región, en la ladera suroeste del volcán Barva, y presentan una dirección de noreste a suroeste. Los ríos Segundo y Porrosatí son límites cantonales; el primero con Flores y el otro con Santa Bárbara.” 

(http://www.sitiosdecostarica.com/cantones/Heredia/santaBarbara.ht).

Los aborígenes huetares construían sus viviendas en las riberas de caudalosos ríos. Los ríos los utilizaban para navegación, y las riberas para la proporción de piedras, pesca y cacería. 

Viviendas. En cada casa vivía junta toda una familia, parentela y linaje (tipo  multifamiliar). Se construían  de tal forma que quedaban dispersas y distantes en el bosque. Se comunicaban por senderos entre los árboles y otras veces por calles o caminos de piedra. (Quesada. 1999: 42).

De esta forma, los indígenas llevaban una vida solitaria y muy armoniosa, pues se visitaban con mucha frecuencia. El vivir dispersos ayuda a una menor posibilidad de expansión de enfermedades.

Otro aspecto importante fue la construcción de las viviendas como parte de un trabajo integrado comunal. (Quesada. 1999: 42-44).

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