Por Daniel Garro Sánchez
Es probable que a muchos les parezca odioso comparar a nuestra Orquesta Sinfónica Nacional con nuestra Selección Nacional de Fútbol (supongo que será mucho más chocante para los melómanos que para los futboleros). Pero dadas ciertas circunstancias, unas recientes y otras no tanto, verá el lector que las dos agrupaciones son perfectamente susceptibles a la comparación.
El hecho más inmediato es que ambas compartirán el mismo escenario y para los mismos fines: el nuevo Estadio Nacional en su semana de inauguración; la Selección de Fútbol, como todos sabemos, con sendos partidos contra las selecciones de China y Argentina; y la Sinfónica Nacional, como solo unos pocos sabemos, lo hará durante la noche del miércoles, al lado de otras de las agrupaciones sinfónicas mayores del país.
Por otro lado, ambas agrupaciones estrenan directores foráneos con abultados currículos; el argentino Ricardo La Volpe, en el caso de la Sele, y el Maestro Daniel Nazareth, de origen indio, para la OSN. Ya ha tenido cada uno su debut, y el Maestro Nazareth, con el reducido público del Teatro Nacional, ha cosechado mejores aplausos y comentarios que el señor La Volpe con la multitud de un estadio. Pero nada está escrito; la inopinada Era La Volpe-Nazareth apenas comienza.
Imagino que ya habrán empezado a lidiar estos señores con los variopintos vericuetos de la sociedad costarricense. El señor La Volpe hereda una selección de fútbol cuyo prestigio ha sido más bien irregular, con un pico máximo en Italia 90 y un declive casi continuo desde entonces; pero con una afición multitudinaria y un patrocinio fabuloso. El Maestro Nazareth recibe a su cargo una orquesta cuya carrera ha sido más modesta, menos publicitada, pero a la vez más estable y progresiva, luego de los traspiés y abortos de sus inicios; y con apenas fracciones del público y el apoyo que recibe la agrupación deportiva. El señor La Volpe deberá enfrentarse a un campeonato nacional fracturado y enloquecido, a una dirigencia cuestionada y una prensa bipolar; el Maestro Nazareth hará lo propio con un Ministerio de Cultura que está en el último sitio de las prioridades del Estado, un Estado que es como una maquinaria sin aceite, atorada por el herrumbre de la burocracia; y una prensa, digamos, indiferente. Ambos directores, con credenciales más amplias que las de muchos de sus predecesores, traen la promesa de impulsar a sus respectivas agrupaciones; “Brasil 2014”, promete La Volpe; “la mejor orquesta de Latinoamérica”, afirma Nazareth. La contratación de ambos no ha estado exenta de polémica; la del director técnico por su elevado salario (y eso que, según él, nos cobró barato); y la del director musical por la forma en que fue nombrado y presentado como titular, sin la debida consulta a los miembros de la orquesta y sin que se haya concretado el proceso en la Contraloría.
En el fondo, lo que ambos deberán combatir es lo mismo: la sociedad costarricense. La sombra del conformismo, como el Fantasma de la Ópera, que se desliza tanto en los camerinos como detrás de bastidores, en los medios tiempos y en los entreactos, saboteando las actuaciones, será el enemigo común de los dos directores. Pero a diferencia del personaje deforme de la obra de Leroux, el Fantasma Costarricense no castiga a la mediocre Prima Donna para premiar a la soprano virtuosa, ¡sino al revés!
A propósito quisiera traer a colación la magnífica Nuestra América de José Martí, de 1891, que inicia de la siguiente forma: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal...” Es lamentable que el texto de Martí, de hace más de cien años, siga aplicándose a la actual Tiquicia, cuyos aldeanos vanidosos se la tiran de Prima Donna sin los méritos del caso; donde uno trabaja y cinco observan, al decir del habla popular; donde una sola persona excelente, pero ignorada, carga sobre sí el trabajo que deberían estar haciendo cinco, diez, quince, veinte, cien o más divas y divos de la farándula tica, en sus diferentes estratos; donde la Prima Donna mueve la boca y recibe los aplausos, mientras la voz que se escucha es la de la soprano invisible detrás del telón (y que seguramente canta mucho mejor que Shakira); y en fin, donde formar parte de la farandulilla tica es dar por bueno el orden universal.
No diré nombres; cada uno sabrá si toma el guante del piso...
Está por ver a quién le va mejor; si al señor Ricardo La Volpe en el teatro, la comedia, casi opereta, en la que se ha convertido el fútbol nacional; o a Daniel Nazareth, en el deporte extremo que puede llegar a ser la vida de un artista en Costa Rica.
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