Daniel Garro Sánchez
En estos días en que el ajedrez político de Costa Rica ha tenido tantos movimientos (aunque más bien parece que alguien le haya dado un manazo al tablero), opté por hacer una muy breve clasificación de la demagogia política. Partimos del hecho de que todo político recurre a la demagogia, de una u otra forma; pero los tipos de demagogia han variado con el tiempo y las circunstancias, aunque manteniendo lo simpática que resulta cuando interpretamos su código y descubrimos lo que realmente se nos está diciendo... o que no nos están diciendo absolutamente nada.
Hemos identificado, entonces, tres modalidades del discurso político demagógico, y procederemos a hacer una breve descripción de cada uno. También vamos a ver la forma en que se transmite un mensaje que hemos elegido para tal fin; el mismo mensaje, el mismo exactamente, en cada una de estas tres formas.
El ampuloso: de los tres tipos es el más antiguo, y en estos días no es precisamente el más acostumbrado, aunque hay algunos especímenes de la política que todavía recurren a él en ciertas ocasiones. Veamos el colorido ejemplo:
“Seguiremos empujando empecinados la pródiga popa de este navío que es Costa Rica; seguiremos empujando esa popa con el ariete del progreso, con nuestra quilla fuerte y alta, mientras impulsamos de manera incesante la soberana cabalgata del pueblo costarricense...”
En estos días en que el ajedrez político de Costa Rica ha tenido tantos movimientos (aunque más bien parece que alguien le haya dado un manazo al tablero), opté por hacer una muy breve clasificación de la demagogia política. Partimos del hecho de que todo político recurre a la demagogia, de una u otra forma; pero los tipos de demagogia han variado con el tiempo y las circunstancias, aunque manteniendo lo simpática que resulta cuando interpretamos su código y descubrimos lo que realmente se nos está diciendo... o que no nos están diciendo absolutamente nada.
Hemos identificado, entonces, tres modalidades del discurso político demagógico, y procederemos a hacer una breve descripción de cada uno. También vamos a ver la forma en que se transmite un mensaje que hemos elegido para tal fin; el mismo mensaje, el mismo exactamente, en cada una de estas tres formas.
El ampuloso: de los tres tipos es el más antiguo, y en estos días no es precisamente el más acostumbrado, aunque hay algunos especímenes de la política que todavía recurren a él en ciertas ocasiones. Veamos el colorido ejemplo:
“Seguiremos empujando empecinados la pródiga popa de este navío que es Costa Rica; seguiremos empujando esa popa con el ariete del progreso, con nuestra quilla fuerte y alta, mientras impulsamos de manera incesante la soberana cabalgata del pueblo costarricense...”
El directo: estuvo de moda hace algunas pocas décadas, y básicamente consiste en prometer y prometer y prometer, recurriendo a un lenguaje directo y sencillo que la gente entienda; o más bien, dejando que la gente entienda solo lo necesario. Ignoramos si el uso de este discurso fue requerido ante el aumento de la cantidad de gente alfabetizada y con acceso a diccionarios, o por la simple y natural variación de las modas ante el paso del tiempo, o porque los políticos hayan entendido que no se les entendía nada. Como fuera, en esta modalidad, lo que interesa que el pueblo entienda, se indica de forma simple y directa, mientras que lo que no interesa que la gente entienda... pues no interesa.
“Vamos a eliminar el desempleo, a aumentar los salarios, a bajar la inflación, a eliminar la delincuencia, a eliminar la pobreza, a construir escuelas, a regalar casa a todo aquel que la necesite, a arreglar las calles... Y todo esto será con el trabajo de los costarricenses, en cuya senda pondremos la materialización de una política tributaria robusta, basada en el ajuste de las bandas de intereses, en la conveniencia de la distribución tributaria, en la gestión progresiva de la estructura técnica y la balanza de pagos...”
El criollo: finalmente, este último tipo de demagogia se puso de moda en tiempos recientes:
“Procuraremos que a ningún costarricense le falte nada en su gallo pinto, que a nadie le falte el pan de cada día, que todos tengan su bollito y que todo sea pa’dentro, na’a pa’fuera.”
En resumen, el mensaje transmitido es el mismo en los tres casos; pero no puedo decir aquí cuál es ese mensaje, ya despojado de las envolturas demagógicas. Tan solo diré que tiene que ver con el gallo pinto...
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