Mario Valverde M.
Mi octubre es un mes de mucha lluvia, tanta que no dan ganas de salir, tanta que la lluvia se cansa de tanta lluvia. Llueve en los techos, las calles; llueve por la memoria, la nostalgia. Es octubre un mes para dormir sin amaneceres ni ocasos. Debería promulgarse una ley que diga: “En octubre se prohíbe trabajar”. Sirve octubre para el amor debajo de las cobijas, para el café eterno, humeante, las largas conversaciones por el móvil, para ver los incansables programas de la T.V. Sirve octubre para leer los aforismos de Nietzsche y crecer ante la derrota. No recomiendo leer a Vallejo, su lluvia es mortecina. Si es posible, escuchar a los Beatles o “…lluvia saliendo de mis ojos…”, de Enrique Guzmán, jamás a Julio Jaramillo o Chavela Vargas.
No es octubre un mes para pintar, por ser un mes sin luz. Segunda ley: “Que nadie cobre deudas en octubre”. Es un mes para escuchar las campanas de los templos lejanos. No puede faltar el vino tinto y la comida exprés, ni las medias de lana, ni el paraguas de ala ancha, ni el gato dormilón arrucado en el sillón. En octubre nadie conversa, se camina lento, se encoge el espíritu.
Nadie debería nacer en octubre, como en mi caso que mi madre me trajo un día de este extraño mes, en una casa del Tejar del Guarco, donde la lluvia no dejó por un mes escuchar mi llanto.
Mi octubre es un mes de mucha lluvia, tanta que no dan ganas de salir, tanta que la lluvia se cansa de tanta lluvia. Llueve en los techos, las calles; llueve por la memoria, la nostalgia. Es octubre un mes para dormir sin amaneceres ni ocasos. Debería promulgarse una ley que diga: “En octubre se prohíbe trabajar”. Sirve octubre para el amor debajo de las cobijas, para el café eterno, humeante, las largas conversaciones por el móvil, para ver los incansables programas de la T.V. Sirve octubre para leer los aforismos de Nietzsche y crecer ante la derrota. No recomiendo leer a Vallejo, su lluvia es mortecina. Si es posible, escuchar a los Beatles o “…lluvia saliendo de mis ojos…”, de Enrique Guzmán, jamás a Julio Jaramillo o Chavela Vargas.
No es octubre un mes para pintar, por ser un mes sin luz. Segunda ley: “Que nadie cobre deudas en octubre”. Es un mes para escuchar las campanas de los templos lejanos. No puede faltar el vino tinto y la comida exprés, ni las medias de lana, ni el paraguas de ala ancha, ni el gato dormilón arrucado en el sillón. En octubre nadie conversa, se camina lento, se encoge el espíritu.
Nadie debería nacer en octubre, como en mi caso que mi madre me trajo un día de este extraño mes, en una casa del Tejar del Guarco, donde la lluvia no dejó por un mes escuchar mi llanto.
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