mayo 22, 2012

195. Un reino y su príncipe


Elides Rivera*   
 
Egresada del Técnico en Gestión Local – Pueblos Originarios

Esto ocurrió en el año 2012. Existía un hermoso país en medio de las Américas. Este país tenía muchas cosas lindas. Grandes bosques, ríos de aguas cristalinas, hermosas aves, una biodiversidad riquísima, como también tenía ocho culturas indígenas sabias, cuidadoras de los recursos naturales, creyentes de su cosmovisión, pasivas pero fuertes y luchadoras a su vez. Dentro estos ocho pueblos, había uno que pasaba en constante lucha por su autodeterminación y gobernabilidad.

A estas pequeñas naciones, las sociedades occidentales les habían aprobado algunas leyes para que se protegieran de las usurpaciones a sus tierras, cuidaran sus culturas, los recursos naturales, sus propias instituciones educativas de salud y demás –pero como todas las costumbres occidentales, para estas sociedades todo tiene únicamente un valor económico, por lo cual buscan las maneras de no cumplir las leyes que firman en favor de estas pequeñas naciones. Así que en el año 2012, a mediados del mes de febrero cuando era luna llena, un grupo de valientes jóvenes príncipes y princesas Térrabas- Teribes junto con sus mayores agobiados y cansados de esperar que el sistema jurídico nacional e internacional caminara por si solo, decidieron emprender una fuerte lucha para hacer valer sus derechos indígenas, laborales, sistemáticos y pedagógicos que recogieran las realidades de su pueblo originario en lo político, cultural, ambiental desde la educación institucional.

Pero en esta lucha había un hermoso y joven príncipe -hijo de Tjer, sobrino de Krun, hermano de Shunio y Moc-, valiente, soñador, lleno de un gran fuego por defender su pueblo, de reconquistar su territorio, identidad y cosmovisión.

Este hermoso príncipe era muy bueno, no tenía maldad en su corazón, creía incansablemente en una democracia que decía este país tener, pero que solo era figurada, platónica, intangible. Porque en la lucha que ellos emprendieron para exigir que los occidentales reconocieran y aceptaran que habían firmado leyes que protegían a esta nación originaria en su desarrollo económico, social, cultural y educativo, las instituciones creadas por el estado- gobierno de los occidentales MSP, MEP, DINADECO, PANI,DIQUIS, en conjunto con un grupo de usurpadores de las tierras delimitadas para los descendientes naso broran, atacaron al pueblo originario de Térraba que defendía su tierra, autonomía, identidad, cultura y cosmovisión ancestral, con palos, piedras, martillos y herramientas que ocupan en ganadería. Así el joven príncipe empezó a sentir tristeza porque se le había mentido desde chiquito, de saber que ese país no existía. Todo era solo un sueño del cual despertó ese día 20 de febrero, empezó a decaer, su mirada era cansada, lleno de dudas con mucha ansiedad y desafíos con un gran reto de seguir esculpiendo la piedra preciosa del saber para tallar sus ideales en la defensa de su Kesban hú Krun. Así lo dispusieron los abuelos y abuelas ese día, cuando protegieron su nación cubriéndola de la mano opresora, manifestándose con una hermosa nube oscura y fuertes gotas de lluvia de la manera más sencilla como lo hace la gran abuela Tjer Di, cuando sopla sobre su pueblo.

Días después el príncipe saldría de su tierra a seguir preparándose en el saber académico, pero ya no volvería, salía para ir a reunirse con sus ancestros y mayores, sboo lo llevaría en un lindo sueño y no despertaría hasta ver a sus antepasados y cuentan que cuando lo despidieron en su pueblo para encontrarse en el más allá con sus abuelos y abuelas, sonaban los tambores, se escuchó el triste y melancólico sonido de los cambutes o caracoles, también la dulce melodía de las flautas de barro u ocarinas sacadas de antiguos guacales. El príncipe Milton, que así se llamaba, se durmió para reunirse con sus ancestros y pedir los sabios consejos y desde el infinito alumbrar a los demás príncipes y princesas a caminar los senderos llenos de espino, duros, rocosos pero con mucha fuerza, coraje y sabiduría para llegar hasta el final hasta cuando el sol muera. También cuentan que otro príncipe lo visita todos los días a hablar con él donde duerme su sueño infinito y lo acompaña por largas horas como siempre lo hizo.

Este cuento lo escribió Elides Rivera, indígena de Térraba, recién graduada del Técnico en Gestión Local - Pueblos Originarios. Es un intento de hacer mito-historia a partir de los sucesos recientes del Conflicto en el Liceo de Térraba, contexto en el que murió el Profesor Milton Solano Rivera, sobrino de Elides.

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