julio 10, 2012

202. Mi orquesta


Daniel Garro Sánchez
      Los tiesos y encopetados quédense con las orquestas tiesas y encopetadas.
      Mi orquesta es un mecanismo, es una máquina prodigiosa, una máquina de guerra, una máquina de los sueños; y sus miembros no son humanos, sino cyborgs, por no decir que semidioses, o una raza mejorada a través de una rara ciencia que mezcla ingeniería genética y alquimia.
      Sus quinientas cuerdas son un tendido eléctrico, son filamentos que en lugar de emitir luz, emiten sonido; los fagots y las tubas son chimeneas, las flautas son alarmas, el píccolo es un silbato, sus vientos son una intrincada telaraña de conductos que los cyborgs, adherido a ellos, al suelo y a las paredes, como si hubieran crecido allí, manipulan ávidamente con sus quinientos dedos; la percusión es una inquieta y pendenciera hojalatería cuyos guardianes se ocultan y escabullen entre las pilas de chatarra y luego saltan como gatos y golpean al incauto visitante; los metales, los bronces y las campanas son la artillería, son las filas de cañones, son Napoleón, pero también Waterloo; son Leningrado y son valquirias; son salsa y son Revueltas; son el Éxodo y son el Juicio Final; son el ocaso de los dioses y son también la Resurrección.
      Y todas sus formas y conductos y flujos y gases y soplos y destellos parecen fluir hasta el corazón de la maquinaria y fugarse por los tubos del órgano, que se alzan como una catarata invertida, como una lluvia de metal, plateada y gélida, que salta de la tierra hacia el cielo para reventarlo y hacer caer los rayos y el trueno, la luz y la música, desde el cielo hasta la tierra, para cerrar el circuito cósmico.
      Mi orquesta es una nube piroclástica... y no podía ser de otra forma.
      Si no, ¿cómo podría sonar así?

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