Daniel Garro Sánchez
Estimado señor:
Me he enterado de sus inquietudes y dudas con respecto a sus aspiraciones presidenciales, por motivo de las recientes denuncias hechas en los medios de prensa, gracias a información que por desgracia llegó a donde no debía llegar.
Permítame expresarle que, a mi modo de ver, no existe razón por la que deba alarmarse, y que puede usted continuar con su plan de campaña cómodamente, seguro de que el mismo bloque de electores acudirá a votar por su persona. La frase favorita de este pueblo es “más vale viejo conocido que nuevo por conocer”; y tiene demasiado miedo a votar por alguien que no sea usted (o mi persona, cuando me corresponda). Temen más al Estado Laico que a nosotros; temen más a los homosexuales que a nosotros; temen más a la izquierda que a nosotros; temen más al cambio que a nosotros; se han tomado tan en serio el temor de Dios, que prefieren votar por los mismos políticos tradicionales con hogares constituidos y que acuden a las iglesias, en lugar de los agitadores que no creen en nada.
Podemos confiar en los viejos, que son los más recelosos ante el cambio, y que están demasiado seguros de tener la razón en muchos temas; acudirán prontamente a votar, ya sea por usted o por mí, creyendo que la vieja riña del 48 existe todavía. Ellos son los votantes más serviles.
Entre los jóvenes, sobre todo universitarios, hay algunos grupúsculos que pondrán resistencia durante algún tiempo; pero las necesidades laborales y familiares se encargarán rápidamente de alinearlos. Muchos de esos jóvenes, prisioneros todavía de la tradición, se casarán (aunque solo sea para ser políticamente correctos y cumplir con las convenciones) y tendrán una familia que en adelante no les permitirá dedicar ya más tiempo ni esfuerzo a sus pequeñas revoluciones. Cuando las vacas sagradas y los gallos viejos les pongan el zapato encima, desecharán aquellas ínfulas como cosa de la juventud, y las dejarán atrás, al igual que la juventud; tendrán pánico de haberse equivocado, y la culpa los hará obedientes. Habrá iniciado su camino para convertirse en los nuevos viejos.
Afortunadamente, nos ha tocado regir sobre la más temerosa y mediocre generación de las últimas décadas; tendremos un holgado margen de quizá otras dos administraciones para continuar con los planes pactados. No hay nada que temer... al menos no para nosotros.
Por eso, lo insto a que prosiga con su campaña sin dudas ni reservas; la silla presidencial aguarda por usted.
Se despide atentamente,
Estimado señor:
Me he enterado de sus inquietudes y dudas con respecto a sus aspiraciones presidenciales, por motivo de las recientes denuncias hechas en los medios de prensa, gracias a información que por desgracia llegó a donde no debía llegar.
Permítame expresarle que, a mi modo de ver, no existe razón por la que deba alarmarse, y que puede usted continuar con su plan de campaña cómodamente, seguro de que el mismo bloque de electores acudirá a votar por su persona. La frase favorita de este pueblo es “más vale viejo conocido que nuevo por conocer”; y tiene demasiado miedo a votar por alguien que no sea usted (o mi persona, cuando me corresponda). Temen más al Estado Laico que a nosotros; temen más a los homosexuales que a nosotros; temen más a la izquierda que a nosotros; temen más al cambio que a nosotros; se han tomado tan en serio el temor de Dios, que prefieren votar por los mismos políticos tradicionales con hogares constituidos y que acuden a las iglesias, en lugar de los agitadores que no creen en nada.
Podemos confiar en los viejos, que son los más recelosos ante el cambio, y que están demasiado seguros de tener la razón en muchos temas; acudirán prontamente a votar, ya sea por usted o por mí, creyendo que la vieja riña del 48 existe todavía. Ellos son los votantes más serviles.
Entre los jóvenes, sobre todo universitarios, hay algunos grupúsculos que pondrán resistencia durante algún tiempo; pero las necesidades laborales y familiares se encargarán rápidamente de alinearlos. Muchos de esos jóvenes, prisioneros todavía de la tradición, se casarán (aunque solo sea para ser políticamente correctos y cumplir con las convenciones) y tendrán una familia que en adelante no les permitirá dedicar ya más tiempo ni esfuerzo a sus pequeñas revoluciones. Cuando las vacas sagradas y los gallos viejos les pongan el zapato encima, desecharán aquellas ínfulas como cosa de la juventud, y las dejarán atrás, al igual que la juventud; tendrán pánico de haberse equivocado, y la culpa los hará obedientes. Habrá iniciado su camino para convertirse en los nuevos viejos.
Afortunadamente, nos ha tocado regir sobre la más temerosa y mediocre generación de las últimas décadas; tendremos un holgado margen de quizá otras dos administraciones para continuar con los planes pactados. No hay nada que temer... al menos no para nosotros.
Por eso, lo insto a que prosiga con su campaña sin dudas ni reservas; la silla presidencial aguarda por usted.
Se despide atentamente,
Candidato de oposición.
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