noviembre 27, 2013

234.El canal de la discordia

Rafael Ángel Méndez Alfaro 

Encargado del Programa de Estudios Generales


·         En 1885 un tratado 'canalero' entre los Estados Unidos y Nicaragua generó repudio en Costa Rica

Como la bomba que estalla en medio de la apiñada multitud, produciendo un irrefrenable oleaje de gente que causa más daño que la misma explosión: tal ha sido para nosotros la publicación in extenso del Tratado de canal por el río San Juan hecha por el periódico The Tribune, de Nueva York; pues, aunque ya teníamos conocimiento de la misión del señor Zavala a Washington, jamás nos hubiéramos podido persuadir de que tal contrato se intentara siquiera entre los gobiernos de Norte América y de Nicaragua, con absoluto desconocimiento de los derechos que Costa Rica incuestionablemente tiene a intervenir en el asunto y negocio de su canal”.
Con esta cita que contiene material tan familiar en nuestros días–, el editorialista del Diario de Costa Rica (9/1/1885) mostraba su estupor por el acuerdo difundido por The Tribune. El expresidente nicaragüense Joaquín Zavala y el secretario de Estado norteamericano, Frederick J. Frelinghuys, habían firmado el tratado que llevaría sus nombres (Zavala-Frelinghuysen).
Mediante ese acuerdo, los Estados Unidos concedieron un crédito por $4 000 000 a Nicaragua, al 3 % anual, con el fin de construir un canal a partir de la desembocadura del río San Juan en el mar Caribe.
Según el rotativo josefino, el proyecto lesionaba los principios básicos del “Tratado de paz, amistad, alianza y comercio” firmado en la ciudad de Rivas el 30 de abril de 1858 entre Costa Rica y Nicaragua. Ese documento establecía el compromiso de ambas naciones por evitar arreglos o tratados que “afectasen los intereses de alguna de las dos repúblicas que no hubiere tenido parte en dicho convenio”.
La intención de construir un canal trajo como consecuencia un fértil debate escrito en el que participaron figuras como Lorenzo Montúfar y Manuel María Peralta, así como los editores de prensa, durante los primeros tres meses de 1885.
El tratado canalero. El Diario de Costa Rica (13/1/1885) señalaba: “La cuestión Canal por el San Juan es de tal entidad, que jamás se ha lanzado al rostro de Costa Rica mayor insulto”. Durante varias ediciones, el periódico publicó la mayor parte del articulado del acuerdo sobre el canal.
Entre los aspectos del tratado destaca la obligación de Nicaragua de no cobrar impuestos por concepto de importación de materias primas y afines para los trabajos del canal y obras complementarias; el manejo exclusivo de los Estados Unidos sobre el canal, el ferrocarril y el telégrafo una vez que estuvieran concluidos; el uso ilimitado de todos los puertos del país con exoneración completa de tasas aduaneras, y el compromiso de los Estados Unidos para finalizar el canal en un lapso de diez años.
Como se aprecia, los términos del contrato para nada favorecían al país huésped, como suele ocurrir cuando se firman acuerdos con gobiernos de vocación expansionista.
Hay tres aspectos adicionales dignos de subrayar que se relacionan con el entorno del convenio. Primero, resalta la omisión de Costa Rica en la negociación, a pesar de los precisos antecedentes que en materia limítrofe establecía el Tratado Cañas-Jerez, de 1858.
En segundo lugar, sobresale el desconocimiento que los Estados Unidos hacían del Tratado Clayton-Bulwer, firmado en 1850 entre representantes de la corona británica y los norteamericanos. Ese documento obligaba a ambas naciones a no obtener dominio exclusivo de la vía interoceánica en la región centroamericana.
El Diario de Costa Rica (10/1/1885) llegó a señalar que estados como Inglaterra sacarían a relucir el tratado entre las potencias para disuadir las pretensiones norteamericanas en la ruta canalera.
En tercer lugar, el Tratado Zavala-Frelinghuysen era una especie de respuesta al interés francés en desarrollar un proyecto canalero en el istmo de Panamá. En este particular, el diario capitalino difundió el rumor creciente que circulaba sobre las expectativas que los franceses tenían de concluir el canal en Panamá en 1888.
La suma de estos aspectos constituyó un presagio de la suerte que correría la propuesta del canal.
El resultado. El interés generado por el tratado provocó que en la región de San Carlos y sectores aledaños se diera un aluvión de denuncios de tierras. Solo en la segunda mitad del mes de diciembre de 1884 fueron denunciadas 52 601 manzanas de terrenos fronterizos por parte de ciudadanos afincados en Costa Rica que buscaban sacar ventaja de la proximidad de la futura vía interoceánica. Sin embargo, en poco tiempo, las expectativas se redujeron en forma ostensible.
El 23 de enero de 1885, el Diario de Costa Rica señalaba: “Aunque tarde y de mala gana […], se comenzó el sábado en la alta Cámara el debate sobre el tratado con Nicaragua”. Para esos mismos días, el mismo medio de prensa (21/1/1885) informó que en sus oficinas estaban en exhibición el plano y el perfil del canal de Nicaragua, situación que generó zozobra adicional en el país.
El destino del canal se definió cuando el proyecto no  obtuvo las dos terceras partes de los votos requeridos en la legislación norteamericana. Lorenzo Montúfar, intelectual guatemalteco afincado en nuestro país, atribuyó este resultado al ímpetu de los franceses por construir otra vía en Panamá y al poco entusiasmo mostrado por el representante diplomático de Costa Rica en Washington, Manuel María Peralta. Con este cuestionamiento, Montúfar pretendía desacreditar el papel del político costarricense en los cabildeos legislativos del congreso estadounidense, sugiriendo que Peralta tenía demasiada afinidad con los franceses, nación donde había sido designado durante los años recientes como Ministro Plenipotenciario por parte del gobierno de Costa Rica y que por tal motivo, había hecho poco o nada en beneficio del proyecto canalero.
Peralta respondió a tales acusaciones afirmando que en ningún momento recibió instrucciones del presidente Próspero Fernández Oreamuno para respaldar el polémico tratado. Esto refleja el escaso apoyo que el proyecto de la ruta tenía entre los círculos de poder del gobierno costarricense.
En marzo de 1885, el ascenso a la Presidencia de los Estados Unidos de Grover Cleveland cambió todo el escenario cuando retiró el polémico tratado del Senado. Así, el sueño canalero nicaragüense se disipó antes de cumplir cuatro meses desde el acuerdo inicial.
El 22 de abril de 1885, Manuel María Peralta afirmó en la prensa josefina lo que parecía un epitafio del proyecto: “Por lo demás, la suerte del Canal de Nicaragua no está sellada, ni los derechos de Costa Rica son desconocidos”.
Para entonces, el pretendido tratado tenía por destino seguro los anaqueles del archivo del Congreso de los Estados Unidos.


(Artículo publicado en el suplemento Áncora del periódico La Nación en octubre de 2013).

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