Rafael Ángel Méndez
Alfaro
Encargado del Programa de
Estudios Generales
·
En 1885 un tratado 'canalero' entre
los Estados Unidos y Nicaragua generó repudio en Costa Rica
“Como la bomba que estalla en medio de la apiñada multitud, produciendo un
irrefrenable oleaje de gente que causa más daño que la misma explosión: tal ha
sido para nosotros la publicación in
extenso del Tratado de canal por el río San Juan hecha por el periódico The Tribune, de Nueva York; pues, aunque
ya teníamos conocimiento de la misión del señor Zavala a Washington, jamás nos
hubiéramos podido persuadir de que tal contrato se intentara siquiera entre los
gobiernos de Norte América y de Nicaragua, con absoluto desconocimiento de los
derechos que Costa Rica incuestionablemente tiene a intervenir en el asunto y
negocio de su canal”.
Con esta cita –que
contiene material tan familiar en nuestros días–, el editorialista del Diario de Costa
Rica (9/1/1885) mostraba su estupor por el acuerdo difundido por The Tribune. El expresidente
nicaragüense Joaquín Zavala y el secretario de Estado norteamericano, Frederick
J. Frelinghuys, habían firmado el tratado que llevaría sus nombres
(Zavala-Frelinghuysen).
Mediante ese acuerdo, los Estados Unidos concedieron un
crédito por $4 000 000 a Nicaragua, al 3 % anual, con el fin de construir un
canal a partir de la desembocadura del río San Juan en el mar Caribe.
Según el rotativo josefino, el proyecto lesionaba los
principios básicos del “Tratado de paz, amistad, alianza y comercio” firmado en
la ciudad de Rivas el 30 de abril de 1858 entre Costa Rica y Nicaragua. Ese
documento establecía el compromiso de ambas naciones por evitar arreglos o
tratados que “afectasen los intereses de alguna de las dos repúblicas que no
hubiere tenido parte en dicho convenio”.
La intención de construir un canal trajo como
consecuencia un fértil debate escrito en el que participaron figuras como
Lorenzo Montúfar y Manuel María Peralta, así como los editores de prensa,
durante los primeros tres meses de 1885.
El tratado canalero. El Diario de Costa Rica
(13/1/1885) señalaba: “La cuestión Canal por el San Juan es de tal entidad, que
jamás se ha lanzado al rostro de Costa Rica mayor insulto”. Durante varias
ediciones, el periódico publicó la mayor parte del articulado del acuerdo sobre
el canal.
Entre los aspectos del tratado destaca la obligación de
Nicaragua de no cobrar impuestos por concepto de importación de materias primas
y afines para los trabajos del canal y obras complementarias; el manejo
exclusivo de los Estados Unidos sobre el canal, el ferrocarril y el telégrafo
una vez que estuvieran concluidos; el uso ilimitado de todos los puertos del
país con exoneración completa de tasas aduaneras, y el compromiso de los
Estados Unidos para finalizar el canal en un lapso de diez años.
Como se aprecia, los términos del contrato para nada
favorecían al país huésped, como suele ocurrir cuando se firman acuerdos con
gobiernos de vocación expansionista.
Hay tres aspectos adicionales dignos de subrayar que se
relacionan con el entorno del convenio. Primero, resalta la omisión de Costa
Rica en la negociación, a pesar de los precisos antecedentes que en materia
limítrofe establecía el Tratado Cañas-Jerez, de 1858.
En segundo lugar, sobresale el desconocimiento que los
Estados Unidos hacían del Tratado Clayton-Bulwer, firmado en 1850 entre
representantes de la corona británica y los norteamericanos. Ese documento
obligaba a ambas naciones a no obtener dominio exclusivo de la vía
interoceánica en la región centroamericana.
El Diario de Costa
Rica (10/1/1885) llegó a señalar que estados como Inglaterra sacarían a
relucir el tratado entre las potencias para disuadir las pretensiones
norteamericanas en la ruta canalera.
En tercer lugar, el Tratado Zavala-Frelinghuysen era una
especie de respuesta al interés francés en desarrollar un proyecto canalero en
el istmo de Panamá. En este particular, el diario capitalino difundió el rumor
creciente que circulaba sobre las expectativas que los franceses tenían de
concluir el canal en Panamá en 1888.
La suma de estos aspectos constituyó un presagio de la
suerte que correría la propuesta del canal.
El resultado. El interés generado por el tratado provocó que en la región de San Carlos
y sectores aledaños se diera un aluvión de denuncios de tierras. Solo en la
segunda mitad del mes de diciembre de 1884 fueron denunciadas 52 601 manzanas
de terrenos fronterizos por parte de ciudadanos afincados en Costa Rica que
buscaban sacar ventaja de la proximidad de la futura vía interoceánica. Sin
embargo, en poco tiempo, las expectativas se redujeron en forma ostensible.
El 23 de enero de 1885, el Diario de Costa Rica señalaba: “Aunque tarde y de mala gana […], se
comenzó el sábado en la alta Cámara el debate sobre el tratado con Nicaragua”.
Para esos mismos días, el mismo medio de prensa (21/1/1885) informó que en sus
oficinas estaban en exhibición el plano y el perfil del canal de Nicaragua,
situación que generó zozobra adicional en el país.
El destino del canal se definió cuando el proyecto
no obtuvo las dos terceras partes de los
votos requeridos en la legislación norteamericana. Lorenzo Montúfar,
intelectual guatemalteco afincado en nuestro país, atribuyó este resultado al
ímpetu de los franceses por construir otra vía en Panamá y al poco entusiasmo
mostrado por el representante diplomático de Costa Rica en Washington, Manuel
María Peralta. Con este cuestionamiento, Montúfar pretendía desacreditar el
papel del político costarricense en los cabildeos legislativos del congreso
estadounidense, sugiriendo que Peralta tenía demasiada afinidad con los
franceses, nación donde había sido designado durante los años recientes como
Ministro Plenipotenciario por parte del gobierno de Costa Rica y que por tal
motivo, había hecho poco o nada en beneficio del proyecto canalero.
Peralta respondió a tales acusaciones afirmando que en
ningún momento recibió instrucciones del presidente Próspero Fernández Oreamuno
para respaldar el polémico tratado. Esto refleja el escaso apoyo que el
proyecto de la ruta tenía entre los círculos de poder del gobierno
costarricense.
En marzo de 1885, el ascenso a la Presidencia de los
Estados Unidos de Grover Cleveland cambió todo el escenario cuando retiró el
polémico tratado del Senado. Así, el sueño canalero nicaragüense se disipó
antes de cumplir cuatro meses desde el acuerdo inicial.
El 22 de abril de 1885, Manuel María Peralta afirmó en la
prensa josefina lo que parecía un epitafio del proyecto: “Por lo demás, la
suerte del Canal de Nicaragua no está sellada, ni los derechos de Costa Rica
son desconocidos”.
Para entonces, el pretendido tratado tenía por destino
seguro los anaqueles del archivo del Congreso de los Estados Unidos.
(Artículo publicado en el suplemento Áncora del periódico
La Nación en octubre de 2013).
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