enero 30, 2013

215. Devolverse


Mario Valverde M.
 
Volver es recordar, sí. Pero devolverse a las edades donde los hijos-hijas estaban pequeños, de pañales, o dando sus primeros pasos, devolverse a la escuela, a los primeros años de trabajo, parece que no es del agrado de los mortales.

Quizás pueda explicarse por el mismo fenómeno de la expansión del Universo. No queremos el regreso a vidas pasadas con sus obligaciones o experiencias de vida ya recorridas: guerras, luchas amorosas, acosos laborales, tedio de los exámenes, sobre todo, cuando se trata de memorizar textos, fechas y fórmulas; dolores físicos, desempleo unido a familias que mantener. No regresar jamás es el común denominador en las conversaciones del día a día. Sabemos del destino del horizonte bien descrito por estos versos de  Rubén Darío: “Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror…”, pero, a pesar de la desembocadura de las energías de la Vida, preferimos no regresar a muchas de nuestras vivencias, ni en sueños, agregaría. Es posible que el péndulo del máximo desarrollo de la existencia es parte de ese misterio de la existencia, a lo mejor las plantas, los animales y hasta las galaxias, estén más definidos en ese tema del no devolverse por no contar con memorias regresivas. O quizás, ese no querer devolverse es el truco para no tener otra opción que abrirnos paso hacia adelante, siempre hacia adelante, dejando estelas de malos y buenos recuerdos tendidos en el “caminante no hay camino/ se hace camino al andar”, del poeta Machado.

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