Mario Valverde M.
Mucha parte de la libertad se la cedemos al
OTRO, ya sea en el plano social, psíquico o metafísico. Es quizás la técnica
mejor inventada de la conciencia y de la técnica de borrar la memoria. ¿Por qué
nos duele tanto aceptar los hechos, mis acciones propias? Quizás la respuesta
está en la responsabilidad, pero sobre todo, en la disminución de mi libertad y
el miedo a la condena social. Es decir, vivir a plenitud con mi ser, no es posible, no me es permitido. Por eso, todos
estamos condenados a vivir con algún grado de mentira. Y los grados se aumentan
a medida que aumenta el Poder.
Si no podemos vivir con la
responsabilidad de la Verdad, y si lo sabemos y nos duele, ¿cómo le hacemos
para vivir entre mentirosos? Aquí es
donde nace el truco: la construcción religiosa basada en mandamientos revelados
por un ser supremo que nos mira y en Él, truco, descargamos nuestra conciencia,
especie de basurero que nos estorba al caminar. El premio que está incorporado,
un lugar sin mentirosos, donde todos “nos miremos a los ojos” y por fin,
descanso terrenal, podamos vivir en paz de espíritu. Y en como todo es dialéctico, al otro lado, el
lugar de los mentirosos: EL infierno. El
filósofo esloveno Slavoj Zizek nos
aclara mejor el panorama: “Se necesita algún tipo de anestesia para perder la
sensibilidad ante el sufrimiento de alguien más. Por esto, una causa sagrada es
obligatoria: la responsabilidad recae en la voluntad divina que motiva la
acción”.
Llevada al extremo, la
fórmula de ceder mi responsabilidad es el FUNDAMENTALISMO violento,
desgarrador, indolente, sangriento, demoledor, unido a la gran mentira de los fundamentalistas de un
profundo amor a su dios.
Mi conclusión final: Los
totalitarismos, todos, se construyen basados en un dios-estado-Paraíso
intocable, ejercido por la violencia
para anular al individuo, anular su libertad y borrar su memoria.
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