Mario Valverde M.

Si no podemos vivir con la
responsabilidad de la Verdad, y si lo sabemos y nos duele, ¿cómo le hacemos
para vivir entre mentirosos? Aquí es
donde nace el truco: la construcción religiosa basada en mandamientos revelados
por un ser supremo que nos mira y en Él, truco, descargamos nuestra conciencia,
especie de basurero que nos estorba al caminar. El premio que está incorporado,
un lugar sin mentirosos, donde todos “nos miremos a los ojos” y por fin,
descanso terrenal, podamos vivir en paz de espíritu. Y en como todo es dialéctico, al otro lado, el
lugar de los mentirosos: EL infierno. El
filósofo esloveno Slavoj Zizek nos
aclara mejor el panorama: “Se necesita algún tipo de anestesia para perder la
sensibilidad ante el sufrimiento de alguien más. Por esto, una causa sagrada es
obligatoria: la responsabilidad recae en la voluntad divina que motiva la
acción”.
Llevada al extremo, la
fórmula de ceder mi responsabilidad es el FUNDAMENTALISMO violento,
desgarrador, indolente, sangriento, demoledor, unido a la gran mentira de los fundamentalistas de un
profundo amor a su dios.
Mi conclusión final: Los
totalitarismos, todos, se construyen basados en un dios-estado-Paraíso
intocable, ejercido por la violencia
para anular al individuo, anular su libertad y borrar su memoria.
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