Por Daniel Garro Sánchez
El pasado 8 de julio, se concretaron los esfuerzos del joven escritor y bloguero Juan Pablo Morales Trigueros, para restaurar y homenajear la tumba de Yolanda Oreamuno, después de medio siglo de un lamentable abandono y de no tener ni siquiera una placa.
El hermoso acto, como una muestra del magnetismo de la grandiosa escritora costarricense, reunió en una sola multitud a personajes de la literatura nacional tan disímiles como los veteranos Alfonso Chase, Jacques Sagot y Emilia Macaya, y otros de más reciente aparición, como Laura Casasa, Evelyn Ugalde, Warren Ulloa, el mismo Juan Pablo Morales, Juan Murillo, y este servidor, solo por mencionar algunos. También hubo entre la concurrencia periodistas, representantes de casas editoriales y un ejército de cámaras de toda especie. Durante un instante, me pregunté con ingenuidad por qué no había representantes del gobierno, o al menos del Ministerio de Cultura; pero entonces recordé que ni siquiera al Ministerio de Cultura le interesan estas cosas; muchos menos al resto del gobierno. Creo que el “representante oficial” del Ministerio fue un chico que tomaba apuntes en una libreta…