Por Rose Marie Hernández Vargas
Es importante recordar que Puntarenas ha llegado a ser lo que es hoy, luego de un largo proceso histórico. En el año 1814, se le da el Título de Puerto Mayor y se decreta la habilitación del puerto. Una vez constituido, comenzaron a llegar barcos con mercancías, pero no había muelle, la mercancía se acarreaba hasta la playa con botes o canoas. En 1840, Braulio Carrillo rehabilita Puntarenas como puerto comercial.
¿Cómo era la vieja arquitectura de Puntarenas en aquella época?
En la antigua Puntarenas, podemos apreciar un paupérrimo caserío. Unos pocos ranchos pajizos y con piso de tierra.
Los materiales utilizados fueron la palma, la madera y el bejuco, extraídos de la selva. Fueron sustituidos por casas de madera con techo de teja.
La palma se cortaba, aproximadamente, unos ocho días antes del empajo para que la vena (centro de la palma) se marchitara; luego la abrían y era acomodada dentro de los ranchos hoja por hoja, en forma alterna.
La creencia de la época era que la palma, la madera y el bejuco no podían ser cortados en luna nueva (luna tierna), pues se creía que se dañaban los materiales. El día programado para el empajo, los vecinos solidariamente se reunían para colaborar (gratuitamente) en la construcción del rancho.
Los porteños tuvieron que lidiar con una plaga muy parecida a las abejas que ellos llamaron popularmente “negra hiede”, un insecto de color negro cuyas alas estaban protegidas por una especie de concha que les cubría su pequeño cuerpo. Aparecían en invierno y desde lejos se oía un zumbido, como un aguacero que caía sobre los ranchos. Cuando esto sucedía, pese a no tener ponzoña, se metían en el oído de las personas cuando dormían produciendo terribles dolores.
Inventaron estos primeros habitantes del puerto dejar caer dentro de estos animalitos unas gotas de orina. Luego de 8 a 10 días, salían de la paja del rancho dejando un olor desagradable, del cual se deriva su peculiar nombre.
La vida se fue desarrollando a lo largo del estero por tratarse del sector que, por su estructura geográfica, facilitaba la llegada de pequeñas embarcaciones a los modestos muelles de atraco.
“Actualmente la población solo se desarrolla del lado del estero, extendiéndose desde la Puntilla, donde se encuentran los edificios de aduana y el cuartel, como dos millas desde el poniente, en dirección paralela a la ribera del mismo estero y con más o menos anchura”. “ Puntarenas en 1851”. En Costa Rica de Ayer y de Hoy. (Puntarenas, Costa Rica. Año I. Julio-agosto .1950.n.3, pág.3).
Tanto las calles como las aceras eran de arena; en época seca, se convertían en una trampa mortal para los transeúntes, en vista de los remolinos que se formaban. “Está todo formado de arena floja en que los pies se hunden varias pulgadas a cada paso y constituye la residencia más desagradable, porque cuando sopla el viento todo se cubre de arena fina que penetra hasta los últimos rincones de las casas...Y extraño es decirlo, pero en todas partes de la punta se encuentra agua dulce de la mejor calidad, excavando a una o dos yardas de la superficie. Parece ser agua de mar que se filtra pasando por la arena fina, y es un ejemplo singular de la purificación del agua salada en tan corta distancia…”. (Ricardo Fernández Guardia. Costa Rica en el siglo XIX. San José .Educa 1982. P.108.).
Consolidada la calle del comercio, que fue el centro de actividad más importante, sobre ella se levantaron los primeros y más importantes hoteles de la época, por ejemplo, el hotel Fénix y el hotel Miramar.
Describe el viajero Wilhelm Marr, quien pasó por Puntarenas en el año 1943, cómo sobresalían las casas comerciales por ser más grandes que las casas de habitación y por estar construidas de madera (por lo general, las casas de los vecinos estaban construidas con palma, tal como lo señalamos anteriormente). Quienes tenían mejor posición económica vivían en edificaciones de madera de cedro. En la punta, sobresalía un edificio de madera grande que se utilizaba como aduana.
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