Licda. Rose Marie Hernández Vargas
La costa atlántica de Costa Rica (Matina, Barbilla y Suerre), fue visitada todos los años por los piratas y los zambos mosquitos.
Los zambos mosquitos proceden de esclavos negros que naufragaron entre la boca del río San Juan y la ciudad de Trujillo, provincia de Honduras, quedando cerca de 200, quienes se mezclaron después con indígenas de la región. Los zambos mosquitos desarrollaron fuertes lazos con los británicos de Jamaica, que les proveían armas a cambio de carey, cacao y esclavos. Junto con los piratas, arrasaban las cosechas enteras de haciendas de cacao que los vecinos de Cartago habían creado en Matina, llevándose también los esclavos que las cultivaban. Además, penetraban Talamanca y robaban cientos de aborígenes que luego vendían como esclavos en Jamaica.
Dice el historiador Carlos Monge Alfaro: “La primera vez que se verificó estas invasiones fue en el año 1693. Desde entonces continuaron estas incursiones durante 27 años y fueron una de las causas de la despoblación de Talamanca”. (Historia de Costa Rica, p.134.)
Se cuenta que esas invasiones constantes constituían pérdidas económicas y humanas para una provincia despoblada y paupérrima como era Costa Rica.
La costa atlántica de Costa Rica (Matina, Barbilla y Suerre), fue visitada todos los años por los piratas y los zambos mosquitos.
Los zambos mosquitos proceden de esclavos negros que naufragaron entre la boca del río San Juan y la ciudad de Trujillo, provincia de Honduras, quedando cerca de 200, quienes se mezclaron después con indígenas de la región. Los zambos mosquitos desarrollaron fuertes lazos con los británicos de Jamaica, que les proveían armas a cambio de carey, cacao y esclavos. Junto con los piratas, arrasaban las cosechas enteras de haciendas de cacao que los vecinos de Cartago habían creado en Matina, llevándose también los esclavos que las cultivaban. Además, penetraban Talamanca y robaban cientos de aborígenes que luego vendían como esclavos en Jamaica.
Dice el historiador Carlos Monge Alfaro: “La primera vez que se verificó estas invasiones fue en el año 1693. Desde entonces continuaron estas incursiones durante 27 años y fueron una de las causas de la despoblación de Talamanca”. (Historia de Costa Rica, p.134.)
Se cuenta que esas invasiones constantes constituían pérdidas económicas y humanas para una provincia despoblada y paupérrima como era Costa Rica.
El interés de los ingleses por Costa Rica no solo era por las cosechas de cacao y los aborígenes que pudieran robar, sino más bien que por la cercanía de nuestro país con Panamá y por lo estrecho del territorio entre los dos mares, esto lo convertía en un lugar estratégico para controlar el paso de los productos que venían de Perú.
En 1666, el bucanero holandés Edward Mansfield, y su asistente, el inglés Henry Morgan, conocido como el pirata más asesino de esa época, llegaron a las costas del Atlántico que se hallaban indefensas y se adueñaron de Matina. Con 632 hombres, los piratas pasaron el rio Reventazón hasta llegar a Turrialba, donde fueron resistidos por el gobernador Juan Lopez de la Flor. Ante la derrota, los invasores tuvieron que retroceder prometiendo regresar.
Se considera que este hecho histórico marca el comienzo de un periodo azaroso para Costa Rica, así como la victoria obtenida al no permitir que estas tierras se convirtieran en guarida de piratas, como ciertas islas antillanas.
De ahí la leyenda del milagro de Nuestra Señora de la Concepción del Rescate de Ujarrás.
También Nicoya y Esparza fueron invadidas por piratas; uno de ellos fue el famoso bucanero John Cook, que había entrado al Pacifico por el estrecho de Magallanes llegando a Nicoya en el año 1684. Esta fue saqueada y devastada lo mismo que Esparza.
Pasaron los años y las incursiones desvastadoras de los piratas fue en aumento, lo que venía a demostrar que los esfuerzos de los colonos eran insuficientes.
Para detener a piratas y zambos mosquitos, los españoles construyeron, en el año 1742, el fuerte San Fernando en la desembocadura del río Matina.
En 1747, cincuenta zambos mosquitos y otra cifra igual de piratas ingleses sorprendieron el fuerte San Fernando, y después de un breve combate, la guarnición, que contaba con 50 hombres, fue hecha casi toda prisionera y el fuerte incendiado y destruido.
Los gobernadores de Costa Rica tuvieron que pagar un tributo a estos zambos mosquitos y piratas. Fue Braulio Carrillo quien rechazó continuar el pago de estas dádivas.
En 1666, el bucanero holandés Edward Mansfield, y su asistente, el inglés Henry Morgan, conocido como el pirata más asesino de esa época, llegaron a las costas del Atlántico que se hallaban indefensas y se adueñaron de Matina. Con 632 hombres, los piratas pasaron el rio Reventazón hasta llegar a Turrialba, donde fueron resistidos por el gobernador Juan Lopez de la Flor. Ante la derrota, los invasores tuvieron que retroceder prometiendo regresar.
Se considera que este hecho histórico marca el comienzo de un periodo azaroso para Costa Rica, así como la victoria obtenida al no permitir que estas tierras se convirtieran en guarida de piratas, como ciertas islas antillanas.
De ahí la leyenda del milagro de Nuestra Señora de la Concepción del Rescate de Ujarrás.
También Nicoya y Esparza fueron invadidas por piratas; uno de ellos fue el famoso bucanero John Cook, que había entrado al Pacifico por el estrecho de Magallanes llegando a Nicoya en el año 1684. Esta fue saqueada y devastada lo mismo que Esparza.
Pasaron los años y las incursiones desvastadoras de los piratas fue en aumento, lo que venía a demostrar que los esfuerzos de los colonos eran insuficientes.
Para detener a piratas y zambos mosquitos, los españoles construyeron, en el año 1742, el fuerte San Fernando en la desembocadura del río Matina.
En 1747, cincuenta zambos mosquitos y otra cifra igual de piratas ingleses sorprendieron el fuerte San Fernando, y después de un breve combate, la guarnición, que contaba con 50 hombres, fue hecha casi toda prisionera y el fuerte incendiado y destruido.
Los gobernadores de Costa Rica tuvieron que pagar un tributo a estos zambos mosquitos y piratas. Fue Braulio Carrillo quien rechazó continuar el pago de estas dádivas.
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