Naturaleza
humana
Mario Valverde
M.
El hombre y la
mujer, cuanto más lejos de dependencias religiosas, drogas, fanatismo
deportivo, políticas dogmáticas, dinero fácil, adiciones sexuales, estarán más
cerca de alcanzar la paz de espíritu, paz interior como la llamaba Sócrates.
Más fácil es caer en las garras del dolor espiritual que vivir en la paz del
espíritu.
Trabajo, familia, tiempo, enfermedad, guerras, todo
tiene su componente de sufrimiento y dolor. Además de considerar que vivimos un
presente con un pasado sin resolver.
Todo se nos va, como el agua en las
cuencas de la mano. Y el futuro inseguro haciéndonos señales de humo. Soy del
ya, del ahora y no me entiendo, ni nadie me da mis propias soluciones. Los que
se dicen estables, son simples apariencias. Nadie parece tener la respuesta,
nadie en ningún tiempo. No se trata del supermercado que todo lo llena, se
trata de mi explicación existencial: ¿De dónde venimos, para dónde vamos? A lo
mejor, para no chocar de frente con la realidad, buscamos soluciones en el
Arte, las borracheras, las drogas, el trabajo o el suicidio. Respuestas todas
válidas, pero que tampoco resuelven nuestra angustia. La escondemos por un rato,
para volver a encontrarnos de frente con ella, a la vuelta de la esquina, a la
salida del cine, en una parada de bus, desde la silla de mi escritorio o en una
simple mañana cuando vamos camino a la panadería. ¿Hacia dónde vamos? Y es que
vamos en ascenso. Nos dan las cosas de a poquitos con acciones vitales que nos
parecen eternas (infancia-juventud-vejez). Nos iniciamos con tanta energía que
me hago llamar dios y lo soy, nada parece detenerme, todos lo somos. Pero
el reloj de arena nos llama la atención,
ya no somos un dios, ahora somos simples mortales; sin embargo, nuestros deseos
no se detienen.
Somos lo que fuimos, pero seguimos insistiendo. Es la
hora del llamado del salmón, río arriba hasta la muerte. La diferencia es que
el llamado no es instintivo, es racional, y ese es el grave problema. Nunca nos
enseñaron la respuesta. Como no la tenemos, la cedemos a otros, aquí se forma
la opinión pública, entre ellas nacen las religiones con sus metáforas y sus
soluciones para la vida mortal y eterna. El mismo Jesús descubrió la respuesta
en la cruz: “Padre, por qué me has abandonado”. El creyó liberarse de la
tortura, del castigo, del valle de lágrimas y al final de su espantoso dolor,
solo la muerte le dio la paz. Recordemos lo que decía el escritor Jorge L.
Borges en su libro Historia de la
eternidad: “Morir es perder el presente, que es un lapso brevísimo”. Pero
también son válidas las enseñanzas de Buda, San Francisco, la madre Teresa,
Horacio, B. Russell y el viejo marinero de las costas del Pacífico o el
campesino de todas las tierras, que más o menos se resume en: deja todo lo que
te esclavice a favor de la contemplación espiritual.
¿Qué podemos entender por contemplación? Parece que
está al frente de nuestros ojos: La Naturaleza con toda su belleza, de vida,
muerte y vida, representada en millones de nacimientos permanentes y cambiantes,
ante nosotros, sin egoísmos, ni llantos, ni pretensiones; y con muchas
respuestas en la profundidad biológica de la evolución. Nada más es hacer un
ALTO y entender que el UNO está en el TODO. Somos la tabla periódica de los
elementos, los conocidos y los desconocidos. De allí venimos y hacia allá
vamos. Ahora tenemos la oportunidad de entender el espacio que ocupamos en el Cosmos.
Desde este concepto, todos por naturaleza somos hijos de la creación y ante la
muerte nadie tiene privilegios. Los tenemos en Vida, si entendemos nuestra
opción privilegiada en la cadena evolutiva, si los aprovechamos bienvenidos con
todas las cosas que nos rodean, de lo contrario no hallarás la PAZ interior y
de espíritu. La vanidad de la
inmortalidad solo es un desvío de la necesidad de comprar la eternidad. Más
cerca están los poetas y los artistas de la “eternidad estética”, que los
mercaderes de las sectas religiosas. Nada más piensen en la percepción
milagrosa de los colores, sonidos, aromas, movimientos, comunicaciones
vegetales, animales, la construcción cognitiva, la maravilla de la imaginación
jugando con todas las estructuras de la mente, del sueño. Como lo definió
Schopenhauer: “Lo que el sueño es para el individuo, es para la especie la
muerte”. El impulso “eterno” de la procreación, de todo lo vivo, hoy, mañana y
siempre. Lo demás es un problema de la sociedad injusta, decadente y esclavista
que ha pasado desde el sacrificio humano, hasta la petición de dineros y
milagros arreglados desde las jerarquías político-religiosas para mantener el
engaño que es el mismo del mercado de las ganancias, constructora de una
naturaleza humana ficticia, temerosa, esquizofrénica, fanática, que busca
perdida por todos los medios en un mundo supra terrenal de los placeres no complacidos.
Esa es la neurosis de la cual no podemos escapar, por no encontrar los espacios
ni la filosofía necesaria para construir una naturaleza humana de frente a
la belleza y complejidad de la madre naturaleza,
donde todo tiene su tiempo y su espacio establecidos.
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