Mario
Valverde M.
Hoy
desperté con el amor incendiando todo mi espíritu. Manejé mi
auto con lentitud. Los autos de atrás, en especial los taxis, me pitaban
hijueputazos. Hacia el sur, las montañas se me aparecían con un intenso azul de
verano en los penachos. Recordé los
caminos que caminé sudoroso de joven, ¡qué dolor en el recuerdo! Todo lucía bellísimo. Había tanta luz en el
sol, tanto sol en las calles, tantas sonrisas hermosas, tantas cabelleras
voladas, había tanta Alegría por los caminos que podría decir que el Amor corría
como el vino en fiesta de dioses griegos. Por eso me dije, no hay que correr,
el amor “llega así de esa manera”.
En las paredes de mi
casa, las orquídeas presentan la fiesta de colores y formas. Hay dos que nacen
amantes, abren su ramillete de un rojo
ladrillo. Las hojas de corazón trepan con fuerza y la palmera abre sus hojas
“borrachas de sol”. Pero también sé que nada es para siempre; y que esta paz en
medio de este oasis de amor desaparecerá. Pronto, muy pronto, la vida de todos
los días me recordará la lucha de los opuestos. Volveré a las ofertas del
mercado, de las luchas tormentosas, de las exploraciones del egoísmo y las
venganzas irracionales. Al ratito lancé a quien me pitaba y me sacó de mi
ensueño, madrazos gigantes, no di espacio al auto de quien me lo pidió, a pesar
de tener oportunidad de cederlo. Así somos, así hemos sido y así seremos por
siempre en esta lucha eterna de los contrarios. Somos un espectáculo entre la
risa y el llanto, entre el amor y el odio, entre el misticismo y la lujuria,
entre el héroe y el cobarde, entre el poeta y el asesino. Pero mejor, como
despedida, dejo en la palabra a mi amigo Walt Whitman, poeta norteamericano del
siglo XIX, que me ha acompañado por muchos años, con uno de sus poemas que
define con mayor precisión el mundo humano del teorema de los opuestos. Sólo la
muerte -ni siquiera los sueños- en todo caso resuelve el nudo de los contrarios.
Mientras tanto, no podemos dejar de decidir, de tomar partido, de elegir. Esa
es nuestra condena, según el filósofo francés J. P. Sartre.
**************
…No eres tú el único
que sabe lo que es ser malvado.
Soy yo quien sabía lo
que es ser malvado.
Yo había también
entretejido el antiguo nudo de los contrarios.
Yo había hablado, me
había ruborizado, me había sentido ofendido, había mentido, había robado, había
codiciado.
He sido astuto,
colérico, concupiscente, he sentido deseos que no me he atrevido a expresar.
He sido caprichoso,
vano, glotón, superficial, taimado, cobarde, perverso.
Ha habido en mí del lobo,
de la serpiente, de cerdo.
La mirada engañosa,
la palabra frívola, el deseo adúltero, no han faltado en mí
Negativas, odios, dilaciones,
mezquindad, pereza, nada de esto ha faltado en mí.
Walt
Whitman. Hojas de Hierba, Poema 7. San
José, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 1975.
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