Por Daniel Garro Sánchez
La semana pasada, les obsequié un pequeño cuento; hoy les ofrezco un pequeño poema, que en sus pocos versos reúne algunas de mis inquietudes personales y algo de mi gusto estético por la arquitectura y la ciencia ficción, a través de una visión futurista que tuve.
Se titula: Mi torre de cristal.
Qué azul es la soledad,
y qué blanco es el silencio;
no hay nadie aquí conmigo más que el viento.
¡Qué paz...!
¿Qué tan fuerte será aquí arriba
el golpe de un alfiler en el suelo?
¿Y qué tanto podré escuchar mi propia voz?
¿Qué tanto sonarán mis latidos,
mi suspiro, mi grito,
mi golpe de risa,
¡mi llanto!?...
Qué paz aquí yo solo...
Hay un millón de espejos y un millón de cielos,
y también está ese millón de caras,
que las miro y no me asustan
esta vez,
porque el aire que respiro es el mío
esta vez,
y el pecho que oigo es el mío
esta vez,
y no el tuyo;
porque ya no eres mi sombra;
¡no esta vez!
¡No esta vez!
¡Qué paz aquí arriba!
¡Qué paz aquí en lo alto!
En mi torre de cristal...
¡Solo!
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