Por Mario Valverde M.
Hace tanto, pero tanto tiempo amor,
que te busco y no te encuentro
y te encuentro cuando no te busco.
(Carlos de la Ossa, Imprimatur)
Los dioses antiguos (me parece que ese mundo divino politeísta era más movido y prolífero), se la pasaban creando todos los días tragedias y comedias: pan diario de la especie llamada humana. Hoy día con el lenguaje moderno diríamos innovando, o más sofisticado, haciendo uso de las habilidades, léase competencias.
Pero lo cierto es que los dioses y las diosas -aquí lo del género si operaba, fue con el monoteísmo que la mujer perdió jerarquía divina-, siempre han sido niños y niñas, con una imaginación a prueba de toda trampa burocrática. Como en el caso de la guerra de Troya donde jugaron con Destino por 10 años, moviendo las piezas de un bando a otro, desde las alturas de sus diversos poderes; y para que la historia no quedara en el olvido, crearon a Homero, un bardo ciego que recorría caminos contando las travesuras de dioses y diosas y las hazañas de los guerreros y todo por un rapto de Helena, que de seguro Afrodita y Eros la pulieron en belleza y encantos.
Y que me dicen de Zeus, dios de dioses, algo así como el gerente general de las transnacionales, solo que menos aburrido y más aventurero, pero que no se le iba nada y, si se le pasaba, armaba zafarranchos con destinos siniestros.
Pero lo cierto es que faltaba Amor, chispa divina y mortal, especie de fuego robado por una mortal, y aquí las historias míticas de mujeres se unen, por allá la Eva con la tentadora manzana, por aquí Penía atrevida, sigilosa y oportuna. Pero veamos la historia contada por Platón en su diálogo El Banquete: “Cuando el nacimiento de Venus, hubo entre los dioses un gran festín, en el que se encontraba entre otros, Poros, hijo de Metis. Después de la comida Penía se puso a la puerta para mendigar algunos desperdicios. En este momento, Poros, embriagado con el néctar (porque aún no se hacía uso del vino), salió de la sala y entró en el jardín de Júpiter, donde el sueño no tardó en cerrar sus cargados ojos”. ¿Y qué creen que pasó? Como todo lo maneja Destino, esto ocurrió… Penía, estrechada por su estado de penuria, se propuso tener un hijo de Poros, fue a acostarse con él (hoy diríamos lo violó), y se hizo madre del Amor.
Por eso el Amor es pobre y lejos de ser bello y delicado, como se cree generalmente, es flaco. “Desaseado, sin calzado, sin domicilio, sin más lecho que la tierra, sin tener con qué cubrirse, durmiendo bajo la luna, junto a las puertas o en las calles, en fin lo mismo que su madre, está siempre peleando por la miseria”. Ahora veamos el otro lado de la moneda de Amor…”siempre está sobre la pista de lo que es bello y bueno, es varonil, atrevido, perseverante, cazador hábil, ansioso de saber, siempre maquinando algún artificio, aprendiendo con facilidad, FILOSOFANDO sin cesar (de aquí su raíz de amor a la sabiduría), mágico, sofista….en un mismo día aparece floreciente …y después se extingue para volver a revivir… nunca es rico ni pobre”.
De mi parte, estimado lector, prefiero este cuento del filósofo Platón, a aquel de princesas, príncipes y hadas, que nos contaban en la escuelita, con aquel final de: se enamoraron, se casaron y vivieron siempre felices. De todas formas…ustedes deciden, según sus propias experiencias y no vaya a ser que Destino y el propio Zeus se interpongan en sus vidas.
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