Mario Valverde M.
Para mi amigo Pedro Llubere
A veces una simple canción nos devuelve al amigo que partió de a poquitos, por un cáncer que habitó su cuerpo sin que se lo pidiera. Pero que más da, ahora o después la muerte, de la forma que tenga que llegar.
Entonces, ¿cuál es el sentido de la vida? Lo dicen los poetas, todos los días: LOS INSTANTES. Y esos bellos fantasmas son los que hoy me acompañan. Me llegó su amistad en el colegio un día que ya no recuerdo, con sus dieciséis años, su barba cerrada, su moto con su acelerador en el aire y con el tiempo largo del inicio de la juventud.
Tengo que confesar que mucho de lo aprendido para los exámenes se me ha olvidado, pero no su sonrisa, su diplomacia, su corneta que sonaba cuando la fiesta crecía en las calles de aquel San José seguro y pobre; sus sueños revolucionarios, sus mujeres, compañeras para conversar, para soñar. Así pasaban los días y siempre mi amigo jalando para el mar.
Amaba bucear, de seguro debió de ser un marinero en la otra vida y lo seguirá siendo en la nueva vida, donde probablemente, como buen conversador, no para de proponer proyectos inconclusos. Tal vez esa sea una característica, diría la principal, de mi generación: soñar y soñar en utopías…de todas formas de que está hecha la vida. Ahí le dejo un poema, o algo parecido, para mi amigo que posiblemente esté cantando al volante la música de bossa nova que tanto le gustaba, con su cigarro inseparable de medio lado.
Sólo las palabras
nos salvan de la muerte
del tiempo perdido
de esa luz desvanecida
agrupando flores inconclusas.
Allá nuestra juventud.
¿Dónde quedaron mis amigos-sueños?
¿Quién nos robó las calles
y los niños ojos de estrellas?
¿Quién hurtó nuestros miedos
con sus calles solitarias?
¿Quién pasó la página
entre risas y aventuras?
¿Quién se llevó al amigo
de mares y lunas
de borracheras y luchas
contra demonios invisibles?
Si no fuera la Palabra
nada seríamos.
Quedas, amigo,
en el asfalto de nuestras locuras.
La muerte nos acecha
en su placer del reposo.
Todo a su tiempo
y el tiempo-amigo-se nos acaba.
Queda la Palabra
arma mortífera
piedra monolítica.
Te fuiste como se va todo
de a poquitos
como los saltos de lágrimas
recorriendo bajeles de montaña.
La muerte sigue su carnaval
de rumba infinita.
Mario;
ResponderEliminarCreo que Pedro aprecia lo que has escrito.
BV
Gracias Mario por no hechar al olvido las una omil historias de mi amado padre.
ResponderEliminarCinthya Llubere
chingaos, paseme la metralleta, porque me hierve la sangre!
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