octubre 10, 2012

209. Josebeth: una niña víctima más de otra bestia

Mario Valverde M. 

En el nombre de Josebeth y de todas las niñas asesinadas y violadas, cuyos crímenes quedaron impunes, escribo estas letras, sé que no alcanzan las palabras para describir el horror que pueden sentir las madres y las propias víctimas. Por la razón de que la bestias no dejaron huella, ni rastro, ni pistas, ni nadie los vio, solo las caras de los angelitos que entregaron su inocencia a cambio del demonio que las mató, las violaron y las dejaron ocultas, abandonadas, tiradas sin vida, ni escuelita, ni juegos, sin hogar, sin un proyecto de vida unido a su familia. ¿Cómo -salta la pregunta- podría existir un ser humano capaz de quitarle la vida a un angelito que no conoce de la maldad, ni las malas intenciones? ¿En qué fallamos como civilización para construir ese tipo de franquestien cuya mente no sabe distinguir entre un animal y una criatura inocente? ¿Podríamos llamarlos seres humanos inteligentes? ¿Podrían dormir en paz noche a noche, como no pueden dormir sus padres día a día? Aquí es donde salta la figura del filósofo alemán E. Kant en su ética (Crítica de la razón práctica) y la necesidad de un camino que trascienda los castigos de la maldad y los premios de la bondad.
Josebeth media 139 cm. Pesaba 26 kilos. En la espalda, un maletín rosado en el que llevaba un lápiz de minas, una capa rosada y ocho cuadernos. Cuando la encontraron, tenía un leve golpe en la cabeza; la bestia la metió en un saco y la sumergió en una quebrada. Se hallaba en estado fetal, con su uniforme puesto (sin calzón)…Ella caminaba solita como muchas niñas en Costa Rica, mientras sus madres trabajan. A las 3:30 p.m. fue la última hora que se le vio caminando. El demonio-la bestia, con cualquier cosita la engañó. Por supuesto, Josebeth confió en el homicida, como en todos los casos y que por lo general son sus propios vecinos. A LA FECHA LA BESTIA ANÓMINA ANDA SUELTA.

No dejemos de educar desde las aulas y de nuestros hogares de los peligros de los lobos contra las caperucitas que caminan por los bosques, expuestas a los peligros de los que ocultan “sus dientes” y puñales entre confites y sonrisas sátanicas.

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