Por Mario Valverde M.
Un preguntita para los amables lectores y lectoras. ¿Por cuáles símbolos están ocultamente habitadas las palabras más decisivas de nuestra cultura? Y otra, ¿cuáles son los prejuicios de que nos alimentan inconscientemente las palabras? Esta pequeña investigación arqueológica nos puede marcar muy bien la represión histórica-ideológica de las mujeres.
La palabra FAMILIA viene del latín famulus, que significa esclavo, de donde deriva familia, conjunto de esclavos. Para un romano, cuanto más grande la familia (esclavos) mejor, más poderosa. El cristianismo, por su parte, dejó la palabra y cuando decimos familia cristiana, tendríamos que leer familia esclava, a pesar de sus grandes luchas contra el esclavismo de todo tipo, y más irónico cuando decimos la Sagrada Familia.
Una palabra que nos lanza al “sexo fuerte” es la palabra patria (de casa paterna), y por qué no decir MATRIA. Sin embargo, sí decimos Alma Mater, como consideración del espíritu de incubación de las ideas; o decimos matrimonio para legalizar la maternidad. Y vamos viendo que cuando se trata de PODER, ahí las mujeres quedan relegadas. Anotemos dos casos.
La palabra “soltero” significa solitario, pero “soltera” significa la que hila (en la Edad Media las mujeres solteras solo podían dedicarse a hilar; recordemos la figura de la bruja que se disfrazaba de hilandera en la Cenicienta); o sea, toda una condición denigrante de la soltería, mal vista, una situación amenazante.
La palabra “testigo” viene del vocablo “testículos” (los testigos de la virilidad). Recordemos que, según costumbre en Roma, solo los hombres podían jurar y lo hacían con la mano sobre los testículos, razón obvia por la que las mujeres fueron discriminadas y por tal razón eran de-tes-tadas ( y por supuesto, no eran sujetas de recibir testamento).
Ya ven como eso del machismo no es un invento salido de la fantasía; y que por el contrario, en los mismos cuentos con que nos dormían iba implícito, sin saberlo, la exclusión dolorosa por siglos de las mujeres.
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